Cristina Fernández de
Kirchner tuvo que esperar casi tres semanas para celebrar una victoria por la
mínima. La noche electoral de las primarias del pasado 13 de agosto, una de las
más extrañas que se recuerdan en Argentina, el recuento se paró cuando en la
provincia de Buenos Aires, el distrito clave, se había llegado al 95%. Kirchner
perdía por 7.000 votos frente a Esteban Bullrich, el candidato de Mauricio
Macri, un exministro de Educación de bajo perfil y con algunas meteduras de
pata en la campaña, reseñó El País.
Los
macristas montaron una fiesta como si hubieran ganado y la mayoría de los
argentinos se fueron a la cama convencidos de que la expresidenta había sido
derrotada definitivamente. Pero el recuento final, que tardó casi tres semanas,
confirmó lo que decían los kirchneristas esa noche: que se habían dejado para
el final las mesas más favorables a ellos y finalmente ganaron. Pero lo
hicieron por solo 20.324 votos, según la agencia oficial Telam. Una escasa diferencia
del 0,21%.
La
división del peronismo y los enfrentamientos personales de la expresidenta, a
la que muchos detestan dentro de este movimiento, donde las guerras de poder
son siempre muy duras, hizo que se dividiera el voto de este espacio en varias
opciones, lo que benefició al Gobierno. Ahora ella trata de reagrupar ese voto
pero no es fácil y la mayoría de los analistas cree que en las elecciones
definitivas, las del 22 de octubre, es más factible para el candidato de Macri
pescar votos en otros grupos que para la expresidenta, por lo que la
posibilidad de una derrota está encima de la mesa para ella.
Sería un
golpe duro para alguien que la última vez que se presentó, en 2011, ganó con el
54% en todo el país y ahora apenas ha logrado un 33,95% en Buenos Aires. Los
suyos por el contrario señalan que es heroico haber logrado ese resultado con
todo en contra, con muy pocos medios frente a un Gobierno con todo el poder y
con un fuerte rechazo en los medios de comunicación más importantes del país.
En estos
dos años los escándalos de corrupción en miembros de su último Gobierno o
empresarios cercanos han sido una constante y la justicia investiga a toda su
familia. Ella de hecho está citada como imputada dos semanas después de las
elecciones. Pese al deterioro de su imagen en una buena parte de la sociedad,
ella ha demostrado que conserva un voto fiel en Buenos Aires, especialmente en
el empobrecido conurbano.
Lo cierto
es que la expresidenta esperaba un resultado mejor. Los suyos insisten en que
“ganar es ganar, aunque sea por un voto” pero también saben que lo importante
es vencer en octubre, y para lograrlo necesitaban partir de una ventaja cómoda
en las primarias.
En los
días anteriores a las elecciones algunas encuestas apuntaban que ella podía
ganar por cinco, siete o incluso 10 puntos de diferencia sobre Bullrich. Otro
dato oficial conocido con el recuento definitivo marca esa frustración que se
vive en una parte de los kirchneristas: en las primarias para diputados, que
también se votaban el mismo día -la primera de la lista no era ella, sino una
apenas conocida Fernanda Vallejos- los kirchneristas perdieron de manera muy
clara en Buenos Aires: casi 180.000 votos de diferencia a favor de la candidata
de Macri, Graciela Ocaña.
La
expresidenta es consciente en cualquier caso de que en estas elecciones se
juega la posibilidad de ser la líder de la oposición y tratar de colocarse para
volver al poder en 2019 como está intentando hacer Lula en Brasil, si como ella
cree la crisis económica devora la imagen de Macri. Por eso en el mes y medio
que queda de campaña tratará de recuperar todo el espacio posible para
confirmar esta victoria por la mínima el 22 de octubre. Entonces sí que vale un
voto más, porque se reparten tres senadores y el que gane tendrá dos.
Es una
batalla simbólica, en realidad Macri seguirá conservando el poder y si las
cosas van en el resto del país como en las primarias lo consolidará, pero una
victoria en Buenos Aires le serviría a ella para consolidarse como jefa de la
oposición. Una derrota alentaría la batalla interna en el peronismo para
sacarla de esa posición.
La
expresidenta está dando un vuelco radical en su estrategia para recuperar el
poder, y eso incluye contactos con la prensa que antes había abandonado y la
posiblidad de conceder entrevistas. Su campaña arranca de nuevo mañana, con un
acto en La Plata, su ciudad, para poder tener el baño de multitudes que esa
extraña noche electoral le había arrebatado.
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